miércoles, 9 de noviembre de 2011

NOSOTROS Y EL FESTIVAL

 En uno de mi más recientes sueños recurrentes, me veía regresando a La
 Habana el mismo día de la apertura del Festival de Cine, evento que
marcó la vida de muchos -si no de todos-  los que trabajamos en
el ICAIC. Llegaba del aeropuerto con el tiempo justo de cambiarme de
ropa para presentarme en la inauguración, que en este pasaje onírico
tenía lugar en el cine Yara, y no en nuestra querida Cinemateca.
No encontraba en el sueño a nadie conocido, sí había mucha gente joven
y mucho bullicio en aquel memorable lugar donde habían transcurrido tan
importantes momentos de mi vida… Ni siquiera pude descubrir si algo
había cambiado en la situación política cubana, ni era algo que
realmente me importase en mi vivencia interna, la cual experimentaba
una amalgama de sensaciones excitantes, por la increíble realidad de
encontrarme, después de tantos años, disfrutando nuevamente de un
Festival de Cine. Así se desarrollaba el acto de inauguración del evento,
cuando desperté bruscamente con la frecuencia cardíaca muy alterada
por la emoción "vivida", y con una fuerte y tremendamente grata
impresión de felicidad, típica de los que abrimos muchos días los ojos
pensando en la Patria añorada.
Ya consciente de haber despertado en mi cuarto y en Houston, con mi
esposa a mi lado, preferí seguir recordando mis vivencias
pasadas en el Festival, que en parte o totalmente son las mismas de
todos ustedes. Comencé recordando la importancia del
Festival en el desarrollo profesional de todos los que a él asistíamos
como delegados, participantes o personal de apoyo. Era nuestra ventana
de actualización al mundo y muy particularmente al Cine, razón de ser
de la mayoría de los que trabajábamos en el ICAIC. Viendo y conociendo
películas y gentes de todas las latitudes del planeta, el Festival
permitía que quebráramos la "cortina" que nos imponía el Sistema. Siendo
honesto, además, el Festival nos permitía (al menos a mi) vivir una
quincena de fiesta permanente sin vinculación al trabajo ni a ningún
tipo de rutina existencial. Era también Festival de sexo, amores, comida y
bebidas en abundancia, forma decembrina de obviar carencias, dogmas y
reglas establecidas rígidamente para el resto de los meses de cada
año. Era nuestro Carnaval de Cine, donde de día asistíamos a
proyecciones y seminarios, para de noche terminar bailando "a
caballo" con la orquesta de turno en la inolvidable piscina del Hotel
Nacional. Porque para los cineastas cubanos y para todos los empleados
del ICAIC, el Festival era un evento renovador en todos los órdenes, una intensa
jornada de cine y diversión, una forma inteligente de aislarnos de las incongruencias
cotidianas, para disfrutar por un tiempito de esa islita en que vivíamos dentro de la
Isla grande...
El Festival que recuerdo era así, no sé si ahora se celebra como antes,
pero le doy gracias a Dios de haber disfrutado en mi tiempo como lo
hice, o mejor dicho , como lo hicimos todos.
Se trataba, sin lugar a dudas, de una experiencia inolvidable que hoy
forma parte de nuestro inmenso baúl de nostalgias
Alberto Valdés Dones.


Houston, Texas, Noviembre 2 del 2011.